
Del lado del consumido no tiene ningún sentido defender una riqueza indefendible como la de los artistas más renombrados, quiene terminan siendo tratado como príncipes inalcanzables. Mientras los artistas afamados se hacen cada vez más ricos a costa de sus seguidores, éstos han encontrado un mundo utópico donde no tienen que rendir tributo monetario al tiempo que aumentan su devoción espiritual. Si al artista le importa más el tributo monetario que la devoción debería dejar de ser considerado como tal.
El asunto no debe tratarse como un tema de derechos de autor sino como la problemática que enfrenta una industria en decadencia.
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