Una serie casi interminable de recuerdos vino a la mente de todos (o casi todos) con el deceso de Steve Jobs. Su muerte, a una edad breve (56 años), sumado a su popularidad de artista pop, se convirtió en un evento multitudinario de quienes vieron en él a un transformador de la tecnología, e incluso de quienes lo consideran apenas un ricachón afortunado. Se convirtió en un genio, amado u odiado, de aquellos que él mismo describió en su comercial de 1997, de aquellos que no pueden ser ignorados.
Con su muerte Internet estuvo llena de homenajes, desde la publicación de las reacciones de los genios de la industria en Wired hasta el enlace a Apple desde la página principal de Google, uno de sus principales competidores en la actualidad; todos lo lamentaron. Steve Jobs es un ícono, se convirtió en una estrella mítica sin buscarlo, y tras él vienen muchos que alimentan una imagen similar, tal vez porque él los inspiró, o tal vez porque Jobs, casi en solitario, preparó al público del mundo para que fuera capaz de amar a los genios de la tecnología.
Here’s to the crazy ones. The misfits. The rebels. The troublemakers. The round pegs in the square holes. The ones who see things differently. They’re not fond of rules. And they have no respect for the status quo. You can quote them, disagree with them, glorify or vilify them. About the only thing you can’t do is ignore them. Because they change things. They push the human race forward. And while some may see them as the crazy ones, we see genius. Because the people who are crazy enough to think they can change the world, are the ones who do.
Jobs, como Thomas Alva Edisson, convirtió su negocio en una fábrica de patentes, pero al final sus decisiones marcaron el rumbo de la tecnología. Aún sin tener un dispositivo Apple, su influencia logra verse porque, como dijo Steven Spielberg, «puso el mundo en nuestros dedos». Su genio no estuvo en inventar sino en saber el momento en el que un producto debía irrumpir el mercado y, especialmente, en concentrar sus esfuezos en la «experiencia de usuario».
Le llovieran críticas justamente por poner la experiencia de usuario por encima, incluso, del avance tecnológico; críticas como las que soportó cuando los primeros iPhones venían sin multitarea, en un momento en el que desistió de ponerla, sin duda, porque la tecnología no estaba madura para funcionar de manera fluída y habría destrozado la experiencia de sus clientes. iPhones trabajaban sin multitarea mientras dispositivos con Symbian o Android corrían multitarea con un constante bloqueo de las aplicaciones, eso es centrarse en la experiencia de usuario, y tal vez sea el mayor legado que deja para quienes nos quedamos en la industria de la tecnología.
Por encima de su fama de tirano, bajo la cual Apple funcionó como una dictadura, se reconoce a un genio de las decisiones difíciles, de las mentiras mediáticas y de la retórica pretenciosa. Él mismo anunció los acuerdos de Apple con Microsoft y el final de los procesadores PowerMac para incorporar Intel en sus máquinas. Él mismo se presentaba para decir que una pantalla táctil, en un dispositivo como el MacBook Air, era incómoda, y que era mejor seguir con el viejo pad junto al teclado. Pero, al final, sin él y su retórica, los productos de Apple no serían mágicos, maravillosos y hasta sensuales.
Como decía su video promocional "The crazy ones", su genialidad puede amarse u odiarse, pero no puede ignorarse. Esta entrada de blog se preparó desde la bella interfaz de Blogger, de Google, usando el navegador Mozilla Firefox y sobre el sistema operativo Windows 8 de Microsoft, en versión de prueba con su plataforma Metro; en unos momentos será probado el resultado en un dispositivo Android de Sony. Ahora mismo no hay alrededor un solo producto cuya fabricación haya liderado Steve Jobs y, sin embargo, es maravillosamente evidente su influencia.
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